Protágoras, uno de los principales sofistas, trabaja un concepto clave: la antítesis, como idea fuerza de la argumentación, es decir, la técnica de la contradicción. Protágoras muestra así como un mismo argumento puede tratarse desde distintos puntos de vista y la relatividad, la oponibilidad de las cuestiones humanas.
Protágoras sostiene que la excelencia del decir tiene, en sí misma una eficiencia demostrativa capaz de transformar el discurso más débil en el más potente. Platón condena la retórica de los sofistas, a la que entiende como un mero ejercicio formal de persuasión, que no repara en los temas sobre los que se aplica, dedicada a “distraer” a la multitud mediante la seducción de su elegancia y de sus sonoridades.
Con Platón la episteme (la ciencia) predomina sobre la doxa (la opinión); la certidumbre de la verdad sobre la mutabilidad de lo opinable. Ve a retórica como algo negativo➝ opuesta a lo sincero, persuasión dirigida a las masas que requiere del diálogo, de la dialéctica y no sirve para conocer.
Sin embargo la retórica se está sacando de encima esta valoración negativa y está siendo revalorizada en las modernas teorías de la argumentación, a la par de que se rescata a los sofistas por sus aportes.
Sofistas⇾ "El hombre es la medida de todas las cosas"; solo existen verdades parciales, útiles para cada circunstancia.
Los sofistas refinan el arte de la oratoria, que después será sistematizado por otros autores, desde Aristóteles en adelante. La gran sistematización aristotélica de la retórica, tiene como eje principal, una teoría de la argumentación.
Resumiendo: El lenguaje y las técnicas argumentativa nacen ligados a las prácticas judiciales. Es la elaboración de formas racionales de prueba y demostración y también un arte de persuadir y convencer. Los campos en los que tradicionalmente ha ejercido son: el de la deliberación política (género deliberativo, que discute sobre lo útil y lo dañoso), que evolucionó hasta la propaganda ideológica; el tribunal (género judicial, que trabaja sobre los conceptos de lo justo y lo injusto); el campo de la excelencia y la reprobación (género epidíctico, discute sobre lo bello y lo feo); el de la demostración (género didáctico). El cristianismo agregó la exhortación religiosa y la época contemporánea, los géneros mediáticos y la publicidad.
Situación y conducta argumentativa
Argumentamos para convencer a otro de la justeza de nuestras proposiciones. Y lo hacemos hablando (o escribiendo), porque sólo el discurso es portador de la razón. Argumentar es dirigir a otro (un interlocutor) un argumento, es decir, una buena "razón", para hacerle admitir una conclusión e introducirlo a las conductas pertinentes. Es una operación que se apoya en un argumento, un anunciado aceptado, para llegar a otro anunciado menos aceptado, la conclusión. En el tránsito de uno a otro enunciado, se da el trabajo argumentativo.
Cuando se argumenta, lo que interviene es la racionalidad, no la fuerza o amenaza. Paradójicamente hay un argumento de fuerza que se llama "argumento de gran palo", que no admite réplica y es muy eficaz. La argumentación por la fuerza consiste en instaurar una elección cuyos términos son ambos desagradables, aunque uno es, con todo, más aceptable que el otro. Éste tipo de situación es lo que se llama dilema. El dilema es un problema que no tiene verdadera resolución, en el sentido de que las dos soluciones posibles son malas.
"Racionalidad comunicativa" (Habermas)➝El mundo, dice Habermas, cobra objetividad para una comunidad, por el hecho de ser reconocido y considerado como uno y el mismo mundo por sujetos capaces de lenguaje y acción. Es el “mundo de la vida” que intersubjetivamente comparten. Y el hablante hará manifestaciones racionales cuando la validez de su enunciado sea susceptible de crítica, cuando no pueda ser rechazado o refutado por el auditorio. Aún si no se alcanza el consenso, en el fracaso queda manifiesta la racionalidad de lo enunciado: el fracaso de lo explicado. Porque estamos en el terreno de la argumentación, en el terreno de lo probable, de lo opinable; no en el terreno de las verdades absolutas, de las leyes de la naturaleza o de las verdades científicas.
Las manifestaciones que nos pueden llevar a un consenso son las tesis que pueden ser refutadas.
La situación de argumentación consta de un agente, individual o colectivo, que actúa para modificar o reforzar las disposiciones de un sujeto con respecto a una tesis o conclusión. La tesis que defiende el argumentador está referida a un campo problemático. El conjunto de medios, razonamientos que el agente utiliza para defender su tesis, son argumentos.
Existen condiciones de "propiedad" para la situación de argumentación:
1. Que el otro no comparta las convicciones de uno: debe haber un campo problemático, pasible de controversia.
2. Que el otro sea capaz de creer aquello de lo que se lo quiere persuadir: competencias del auditorio.
3. Que el otro sea capaz de creer con razón: que sea capaz de pensar, sin las limitaciones de una enfermedad, o de la edad.
4. Que el que argumenta crea en lo que argumenta. La mentira, el engaño, son recursos de seducción.
Estas condiciones se relacionan con la importancia que tiene en toda argumentación un diagnóstico correcto del auditorio al que se intenta convencer o persuadir.
Hablamos de "orador" y "auditorio" porque hay una construcción imaginaria de un debate o de una discusión, que muchas veces se expresa, incluso, en el texto escrito.
La argumentación debe cumplir ciertas condiciones de legitimidad➝ sino la argumentación se puede bloquear.
El proceso retórico
Hay diferentes etapas que conducen al discurso argumentado. Las cinco operaciones son:
La invetio: encontrar qué decir, los argumentos.
La disposito: ordenamiento de esos argumentos.
La elocutio: agregar el adorno de las palabras y de las figuras.
La memoria:: memorización del discurso para ser pronunciado oralmente.
La actio: se refiere a la representación del discurso frente al auditorio.